La cinta exhibe en
pantalla esos sentimientos que nos guardamos dentro con dos vueltas de llave revestidos
por una basta pátina de normalidad, para evidenciar que somos aquello que nos
han inculcado que la sociedad espera de nosotros como niños, mujeres, hombres,
parejas, grupos, en clave de 'dramedia' nórdica sabiamente enfocada a mostrar
situaciones sin señalar culpables.
Nuevos
vecinos llegan al barrio. Comienza la película con una Kaja emocionada ante la
inminente ocupación de la casa de al lado por una familia aparentemente perfecta.
Anne Sewitsky
debuta en el largometraje de la mano de un guion fuerte, que no sólido, rodado
con pulso así como algún amago de brillantez que casi siempre queda en eso,
quizá para evitar el excesivo empuje típico de directores noveles o por
inseguridad. Contención, por otro lado, dominante en el trabajo interpretativo
de todo el elenco, niños incluidos.
Desconocemos
a la persona que duerme a nuestro lado. Este sería un buen resumen de Siempre
feliz (Sykt Lykkelig) de no ser porque la película va más
allá gracias al soporte de una historia que se desarrolla con brío sobre una
naturaleza reposada que abraza los tiempos, que parece intrascendente pero
termina girando sobre su ser hasta mostrarnos a la cara la inexorable verdad:
dudamos de nuestra identidad. ¿Quiénes somos? En la película esta pregunta
trascendental lo es -paraísos, pandemónium y sandeces aparte- por referirse al
individuo en sí, plenamente. Sujeto social y, sobre todo, individual. Si no te
conoces y aceptas solo puedes aspirar a construir castillos de cartón, podría
ser otra posible sinopsis.
Kaja se
halla atrapada en el purgatorio de una monotonía áspera con lo que la aparición
de una pareja, Elizabeth y Sigve, junto a su hijo en el barrio pone en ebullición sus expectativas.Llegará esa cena de bienvenida al vecindario tan
cinéfila para romper el hielo y hacer las presentaciones formales en la que una
partida a un juego de mesa hará que cada pareja conteste a preguntas
comprometidas para comprobar su grado de complicidad. Es aquí cuando la
pesadísima bolsa interna de disfraces que cargan los personajes se rasga.
Abierta la
grieta, la luz va iluminando zonas heridas -y olvidadas- en los personajes. Un
tercero puede poner a prueba la solidez de una pareja o limpiar las telarañas
aportando una claridad a partir de la cual plantearse dónde estamos, dónde
queremos ir y con quién. <<En realidad creo que has significado mucho
para mí.>> La infidelidad encuentra su
importancia en probarse fuera de la rutina rescatando otras partes del yo, y así
testar los oxidados lazos emocionalesentre cónyuges. Atentos al hijo de Kaja y Eirik y su manera de
relacionarse con su nuevo "amiguito". Y es que, ante todo, hallamos
carencias afectivas, gente que no se toca ni sabe mirarse, ni reparan en ello
ocupados en continuar enmascarando segmentos de su personalidad, transmitiendo
a las nuevas generaciones los mismos defectos que la sociedad a través de la
familia inoculó en ellos y que les han llevado a embadurnar su existencia de un
pegajoso blanco nuclear que traspasa la pantalla. El vacío.
Las
apariciones del coro en la película son del todo innecesarias (pretensión de
directora primeriza) exceptuando ese momento hacia el final en que Kaja
interpreta el solo provocando en Eirik, su marido, un íntimo encuentro consigo
mismo que ocupará la última parte del metraje, revelándose este personaje como
el centro de la historia más que la propia Kaja o el inmaduro hombre objeto
interpretado por Henrik Rafaelsen. Eirik es un personaje que asume con prudencia
el rol de macho alfa, un cazador de alces con pasado militar sumido en la
angustiosa tarea de sobrevivir entre dos vidas yuxtapuestas a la misma mentira.
Es esta la única interpretación que
destaco, la de Joaquim Rafaelsen, ya que este aspecto está deslucido en el
filme con lo que a mi juicio merece una calificación global de suficiente.
<<-¿Por qué
demonios me escogiste a mí?+Tuve que
hacerlo, estabas enamorada.>> El
sexo enseña inmadurez y confusión en los personajes. Es una herramienta para
terminar de romper esa grieta abierta al comienzo, en la partida al juego de
mesa. La excusa para desestabilizar esas existencias vacuas forzándoles a mostrar
quién es cada uno y así, por fin, hacer las paces con ellos mismos como paso
previo a la reconciliación con los demás y con el mundo.
No
estamos ante la nueva American Beauty pese a poseer potencial para ello
-¡lástima!-, falta chispa en este paisaje helado, la fotografía está ausente, también
la banda sonora, la dirección de actores es exigua, el montaje se limita a
seguir las pautas marcadas por el guion. Siempre feliz es ensayo novelado, una
captura de lo que camuflamos bajo la piel y el agotamiento que supone esa carga.
El espectador se sentirá reflejado en algún momento sin sentir incomodidad
visionando este meritorio viaje redentor resuelto con valentía, que va
creciendo con madurez encomiable según avanzan los minutos pero que en su
conjunto fracasa en la tarea de hacerse mayor de edad.
Las inquietudes que poseo me hacen tener opiniones de muchos temas, y eso es lo que compondrá el grueso de las entradas del blog. Bien podríamos decir que objetividad y aplauso no es lo que se pretende lograr en este sitio. Este es un espacio de recreo y desahogo personal. Pasee y participe siempre que traiga consigo un mínimo de educación y respete al resto de paseantes, pero no olvide que aquí mando yo. Este sitio está dedicado a distorsionar la realidad a conveniencia de mi mismidad, queda usted advertido. Mi consejo es que olvide lo leído con prontitud y cierre al salir. Seré conciso: Así ven la vida mis ojos y así la pervierte mi cerebro cuadriculado.
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