Hace algo más de una semana llegó a mí. Recuerdo que comenté que quería tener uno y al rato lo tenía conmigo. Petición atendida al instante. Nunca tuve uno y, la verdad, era algo que comenzaba a hacerme ilusión. Desconozco las razones, el porqué de mis ganas de tener uno. Lo que puedo decir es que en ese tiempo acudían a mi mente un par de motivos –débiles, reducidos como mi deseo- que corroboraban las bondades de vivir con uno, de tenerlo cerca, y, sin ser causas de peso, con ellas me sobraba para avalar mis apetencias.
Ahora está aquí. Ya siempre está aquí, enfrente.
Natalio me gusta. No me hace feliz, eso es algo que ya busco yo por mi cuenta, pero me acompaña con su silencio, su color, su quietud extrema. Bueno... Quizá sí me haga feliz, ya se sabe, pequeños momentos compartidos, la retroalimentación de un deseo hecho realidad que además está tan presente, la ausencia de malos rollos por su parte, esas absurdeces pueden ser felicidad, o chispas de ella.
Pienso que es generoso, bueno, de naturaleza generosa. Es fácil de cuidar, exige poco de mí. Y ahí está su encanto. Eso sí, lo poco que pide yo se lo doy con gusto, y me lo tomo en serio –al menos ahora, al principio-. Procuro sacarlo afuera, que le dé el aire cuando hace un poquito de sol, que la brisa viene fría aún y le puede sentar mal. Lo cojo con precaución, sin apretar, sin brusquedades, para limpiar o desplazarlo si me molesta. Controlo la luz.
He de confesar que hace unos días le di agua de mi botella. Sé que es una cerdada, pero lo hice, me dio pereza buscar agua en otra habitación y traerla, también llevarlo conmigo. Pensé que le vendría bien algo de agua y agarré la botella que tengo en mi habitación para uso exclusivamente personal, se la acerqué con cuidado de que la boquilla no le rozara –que tampoco es plan- y le di dos pequeños tragos.
El nombre resultó algo totalmente espontáneo, surgió sin planteármelo previamente. Un sábado estando con el niño, se lo presenté como Natalio. Y hasta hoy. Ni motivos ni intención. Improvisaciones del presente. A veces tengo demasiada facilidad para adjudicar sustantivos propios, y pienso que sustantivo es mucha palabra para lo que yo hago, que tampoco es para tanto, de hecho la mayor parte los olvido conforme se me ocurren. Por algo será.
En cualquier caso quiero pensar que no lo descuidaré con la desidia de los días y que estaremos juntos mucho tiempo.
A R G O S
2 paseantes:
Cuando nos hacemos responsables de algo o alguien debemos hacerlo con todas las consecuencias.
Eso último es lo más difícil. Vencer a la desidia es mucho más complicado que adjudicar sustantivos.
Publicar un comentario