Te
he encontrado, me has derribado, algunos dirán que tarde, qué más da lo que
digan ellos, o el reloj, el caso es que sabemos de nuestra existencia. No hay sustantivos
ni calificativos ni adverbios de tiempo, solo necesidad de descubrirte y
estudiar, de tu mano, todo lo que me tienes que enseñar. Quiero pasar más tiempo contigo, que el
invierno dure una vida para compartir cualquier manta con espacio para dos, o
para uno y nos pegamos un poquito, hacer de nuestras charlas un círculo vicioso
distendido y agotador, porque en todas me dejo la piel. Aunque tú no lo sepas intento entregarme en
cada una de ellas, hacerte reír, que sepas que estaré aquí, incluso que
descubras lo estrambótico y aburrido que puedo llegar a ser. Los momentos que más temo cuando hablamos
son las pausas, ese cese incierto, que nunca sé si va a durar un instante o es el
preludio de la despedida, entre el flujo de frases que nos profesamos, tan inocentes
por tu parte. Mi deseo al genio en esos
momentos sería uno muy breve: Qué no acabe nunca. Por eso intento aprovechar, aprovecharte,
cada momento y hago cualquier cosa excepto pasar desapercibido ante ti.
Puedo
ofrecer poco, lo sé. Un carácter curioso
acentuado con algunos gestos interesantes, todo marcado con una fecha de
caducidad determinada por la rutina.
Desde hace unos años sonrío mucho, ¿sabes? Podría regalarte todas mis sonrisas o
dedicarte unos versos de los buenos, no como estas líneas... Venderme no es lo mío, ya no sé qué más
poner, a lo mejor es eso todo lo que tengo que dar. No obstante renunciaría a esa creatividad que
algunos dicen que tengo para que la tuya se mantuviera intacta con los años. Viviría
a través de tus creaciones sin añorar las propias. Sería capaz de liberar mis ideas rompiendo
las cadenas de la cortesía y dar la espalda al tiempo sin quedar desheredado, erigiéndose
tu perfil como el patrimonio insondable que me sustentase.
Quiero
tener carta blanca para buscar un lugar para mi nariz en tu hombro, horadando
tu silueta como un terreno conocido, pequeño y cálido, hasta terminar
encontrando tu cuello, bozal que evita que siga diciendo absurdeces. Al menos eso creo, habría que probar... Mientras tanto me conformo con dormir cada
noche a tu lado en silencio, sin que te des cuenta, y sin importar que haya más
gente durmiendo esporádicamente entre nosotros en el lecho, o que tus ojos no
me vean, acostumbrados a mirarme como a un viajero con el que cruzar unas
frases ligeras y luego decir adiós. Yo
no te lo diré.
Video de Javier García-Villaraco
2 paseantes:
Sencillamente sublime...
Está triguay! ;)
Un besito de la Tridesaparecida, JulsVanity ;)
Qué bonito texto para acompañar mi vídeo.
Muchas gracas! :)
Publicar un comentario